Polanco, bajo sitio policiaco
“Chelear” al lado de un rifle y vender tortas policiacas son faenas sólo posibles en el día previo a la visita de Obama. Los bohemios se carcajean desde la cantina frontal al hotel donde llegará Barack, en Polanco. Y levantan copas en su honor, por el simple placer de embriagarse entre vallas, policías federales y elementos del Estado Mayor. ¡Salud! No hay espacio sin miradas detectivescas. Los ojos de los agentes se concentran lo mismo en el chisguete de “Fufi”, que como todas las tardes, guiada por su amo, libera su riñón sobre los arbustos, que en la mujer desfajada que desde hace meses se ha convertido en parte de la estampa hotelera, pidiendo limosna, con sus dos mozuelos recostados en el pavimento. —¿Y le han dicho algo los agentes por las orinadas? —se pregunta a Óscar Mondragón, vecino de la colonia y dueño de “Fufi”. —Sólo me han pedido que mañana lo encierre, porque no sea que al Presidente le vaya a llegar un mal olor. No todos, aquí, hablan de libertad: unos aseguran que han sido obligados a presentar credenciales y recibos para convencer a los vigilantes de su residencia en la zona; otros más cuentan que han tenido que abrir puertas y cajuelas de sus autos, para permitir inspecciones minuciosas. Mientras, los dipsómanos arrasan con las cervezas, a ritmo de escopetas, grupos de oficinistas alistan impresiones de urgencia: acreditaciones detalladas, con el nombre de la empresa, giro, puesto, horario de trabajo y dirección exacta… Eso les han exigido los uniformados para poder accesar al área, al menos mientras Obama deambule por nuestro país. Son quizás los quesadilleros, taqueros y demás garnacheros y comerciantes los más afectados por la visita presidencial. Todos fueron desalojados, a excepción de doña Hortensia, revistera desde hace casi 30 años en la explanada del Museo de Antropología, donde el invitado recibirá un homenaje nocturno, y donde el día previo se arremolinan policías con sus perros rastreadores y sus detectores de explosivos. Pero no se salvará. Le han advertido que el día de la cena tendrá que cerrar.—¿A poco el moreno nos va a dar pa’la papa y pa’que coman los hijos? —pregunta. Los hermanos Andrés y Guillermina Magdaleno, torteros en Antropología, han ideado una estrategia para aminorar las pérdidas: ofrecer tortas y refrescos a los oficiales que han recibido la orden de no moverse de aceras y avenidas aledañas. Y en su menú han incluido la torta policiaca, “para que a los polis les llame más la atención”. —¿Y cómo se prepara la torta policiaca? —se les pregunta. —Con muchos chiles y muchos huevos…